Fotoetnografías de la pandemia

Acerca de

Labor docente en tiempos de pandemia

Nictee Athenea Vitorin Aguilar

“José este año cumple 65 años y da clases a nivel secundaria desde 1978, él es uno de los 1, 197 778 profesores de educación básica (INEGI, 2020) que con la emergencia de la pandemia por COVID 19 y los cambios que ésta trajo consigo vio transformada”

Si tuvieras un deseo a una lámpara maravillosa ¿qué pedirías?
-Primero que se acabe la pandemia, segundo que me llene de conocimientos de las plataformas.

–Nikita ¡tengo un trabajote! el viernes tengo una reunión y hay que revisar ocho documentos, ¡Chih…!- me dice con tono quejumbroso José, mi padre, cuando contesto su llamada al teléfono. Enseguida me pide que le explique una vez más cómo programar una videollamada en google meet porque la siguiente semana tiene que dar clases virtuales. José este año cumple 65 años y da clases a nivel secundaria desde 1978, él es uno de los 1, 197 778 profesores de educación básica (INEGI, 2020) que con la emergencia de la pandemia por COVID 19 y los cambios que ésta trajo consigo vio transformada, casi de la noche a la mañana, no sólo su forma de trabajo, sino su manera de ser, estar y entender el mundo.

José estudió en una normal rural y luego hizo la especialidad en Historia. Cubre un doble turno en dos secundarias del municipio de Ecatepec, en el Estado de México, y con sus 9 grupos de alrededor de 40 alumnos cada uno, está a cargo del aprendizaje de más de 300 educandos. Me cuenta que fue precisamente cuando él estaba en la secundaria que le llamó la atención la docencia gracias a la influencia de sus profesores. Para él, la motivación más grande para ejercer su profesión es el “contribuir a formar personas que sean beneficiosas e importantes para la sociedad, que sirvan a su comunidad”. Cuando le pregunto acerca de la pandemia, su respuesta es inmediata: “el mayor reto que se me ha presentado, nunca imaginé que yo fuera a dar clases en línea.”

A casi un año de que la pandemia por COVID 19 obligara al cierre de escuelas en todos los niveles para evitar los contagios, y a casi un año de que se recurriera a la implementación de la modalidad “a distancia” (mejor conocida como “Aprende en casa”) como única opción para dar continuidad a la educación en nuestro país, esta fotoetnografía busca reflexionar –de manera exploratoria– los efectos y desafíos que a nivel del sentido, el significado y la vida personal y cotidiana impuso esta situación a la labor docente. Particularmente, se busca analizar la experiencia de aquellos profesores, como mi papá, para quienes la educación a distancia y la virtualidad representaban un terreno totalmente desconocido.

Para lograr este cometido utilicé un enfoque de Pandemia Vivida (Vázquez Palacios, 2020: 140)[1], tanto para las fotos como para las ideas vertidas en este texto. Asimismo, me valí de la entrevista a profundidad a José, de la observación participante, y de una suerte de metodología autoetnográfica que aprovecha la cercanía que proporciona mi propia experiencia como hija de un profesor sexagenario[2] de educación básica. Presento los fragmentos más relevantes de la entrevista, mis observaciones y mis reflexiones.

La transformación del hacer y del ser, sus dimensiones e implicaciones

Lins Ribeiro señala que la COVID 19 se puede ver como “un evento crítico que “descotidianizó” a todo el planeta de una manera sin precedentes” (2020: 106). Esta redefinición de la vida diaria, donde las condiciones del presente confrontan los modos y saberes habituados desconcertando a los sujetos, es el primer tópico que sale a relucir en la experiencia de mi padre:

La pandemia vino a cambiar todo radicalmente, tan es así que ya no vamos a la escuela. Cuarenta y tantos años viendo alumnos y de repente un año no ves ninguno. Si acaso en las plataformas que ahora existen puedes ver la cara o la foto, pero ya no está la cercanía de un salón de clases. En el salón si se usaba la computadora, pero como un apoyo, eras tú el que estabas frente al grupo.

La “descotidianización” se expresa en José en el hecho de tener que adaptarse abruptamente a una nueva dinámica de trabajo (nuevas formas de preparar las clases, de calificar, de enseñar, de interactuar, nuevos horarios), algo que es sumamente relevante considerando que para él el trabajo es estructurante de su vida. Adoptar una nueva rutina, cambiar su alimentación, en fin cambiar su forma de aprehender y experimentar el mundo.

José no se subió a la revolución tecnológica cuando empezaba, señala que no le interesó aprender en su momento porque sentía que no era algo necesario para su labor, sin embargo, ahora “ya no puedes hacerlo a un lado”. Esto me hace pensar en las transformaciones que rondan el sentido y la importancia de las habilidades. Para mi padre, el hecho de no dominar el uso de las tecnologías de la información le hace sentir presión y frustración. Algo que se entiende desde la idea de analfabetismo digital, pero que tiene un significado más profundo, esos sentires expresan también la pérdida de las habilidades que si posee la “conciencia práctica” en términos de Giddens (en Lins-Ribeiro, 2020: 108), algo que tambalea su “seguridad ontológica”. Yo quisiera ya volver presencial, primero porque es lo que hacíamos, y ya tiene uno el estilo de trabajar en un aula, o sea lo domina más uno, en un salón, por la experiencia, tu puedes buscar otras alternativas.

Pero la presión también está presente por la carga de trabajo y la falta de tiempo que ha traído consigo el teletrabajo. José nombra con pesar y molestia los excesivos trámites burocráticos que la autoridad solicita, la falta de un horario fijo, la pérdida de sus momentos de ocio y descanso. Sin embargo, algo interesante es que el relato de José también permite ver que la domiciliación de la escuela en el espacio doméstico también ha propiciado la liberación de otras presiones:

La pandemia me ha beneficiado en el estar en casita, estar en casita y que ya no tengo la presión del tiempo, porque si hay una reunión o algo, pues ya estoy aquí. Ya no tengo prisa o preocupación por llegar a tiempo. También, pues que no tengo que preocuparme por usar transporte público; me ha salvado del estrés de la inseguridad, porque acá estoy en casita y a pesar del encierro estoy seguro.

Significados profundos de la “modalidad presencial”

La urgencia por no detener el proceso educativo, la cual que llevó a suplantar las aulas por las pantallas, dejó de lado toda la complejidad que encarna la presencia (Navarrete Cázales et al. 2021). En el relato de José hay al menos dos aspectos que llaman la atención: el primero es quizá el más evidente, el problema de la descorporización, es decir, pretender educar donde no hay rostro, ni contacto: No sabes ni a quién le estas dando clases. No sabes ni a quién estás calificando. Lo mismo el alumno. Y ahorita me doy cuenta que los alumnos no le toman interés .Quizá porque no ven al maestro. No sabe ni cómo es su maestro, ni qué pensamientos tiene su maestro, ni las características físicas siquiera. El segundo aspecto toca las repercusiones psicológicas del aislamiento social:

Algo que no se tiene ahorita sin las aulas es la relación con los compañeros de trabajo. Eso también es básico, porque la presencia de ellos también te motiva al trabajo, es un motivo pues para ir a la escuela. Así como que te sientes sólo. El trabajo en equipo es importante. Y ahorita aunque se dice que se puede trabajar en equipo, pero ¿cómo? Solo mandándonos mensajes, en las reuniones.

Negaciones, resistencias, oportunidades…

Cuando observo a mi padre refunfuñar por las exigencias de la virtualidad y cuando converso con el sobre su querencia y su deseo respecto a la pandemia y los términos de su trabajo, identifico una suerte de ambivalencia: el quisiera aprender los saberes y habilidades que implica la tecnología y está de acuerdo en integrarlo a su práctica docente, pero como un apoyo no como un elemento central que le signifique presión y exigencia. Después de todo, las rupturas en los modos y ritmos cotidianos nos colocan en momentos liminales (Lins Ribeiro, 2020: 108) que generan confusión e incertidumbre.

Finalmente, algo que me llama la atención es que la situación –la virtualidad y digitalidad- que mi padre rechaza en su relato y en su acción, si bien ha representado retos y dificultades, también ha significado oportunidades. Como señala Vázquez-Palacios (2020: 144), el confinamiento también ha abierto oportunidades “para la interacción generacional con nuevos medios y significados, así como formas de acercamiento distintas a las tradicionales”. En el caso de mi padre, el adentrarse en el mundo tecnológico le ha permitido no sólo utilizar los saberes adquiridos para otras actividades extra académicas o laborales, sino también un sentido de pertenencia, inclusión y entendimiento a una sociedad de la que poco a poco quedaba excluido antes de la pandemia.

A modo de cierre

Es indudable que la pandemia vino a transformar las formas habituales en que habitábamos el mundo, y en prácticas como la de mi padre, esas transformaciones se expresan de manera más radical y cobran un sentido especial considerando particularidades como la edad, la experiencia y el contexto. En términos de la labor docente y la educación en general un acercamiento a la vida cotidiana de los sujetos, permite identificar las marcas y sentidos de dichos cambios y propiciar entonces nuevas reflexiones y preguntas que den cuenta de la complejidad de las transformaciones a escalas macro y micro.

Notas

[1] Dicho enfoque se concentra en la particularidad de formas en que se experimenta la pandemia y la diversidad de situaciones por las que las personas pasan. El abordaje teórico sucede desde lo específico y desde la subjetividad de los informantes. Vázquez Palacios retoma la idea de Ammerman (2007) quien plantea una religión vivida como una alternativa al análisis institucionalizado de la religión.

[2] De acuerdo con el INEGI (2020) en México los profesores de educación básica tienen en promedio 42 años y sólo un 25% tiene 50 años o más.

Bibliografía

Hernández Navarro, L. (2020) “Entrevista” En Yaven Anzures, Y. “El Covid-19 evidenció que la educación en México está enferma, afirma el periodista Luis Hernández” La Jornada. 22 de Octubre 2020. Recuperado de: https://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/el-covid-19-evidencio-que-la-educacion-en-mexico-esta-enferma-afirma-el-periodista-luis-hernandez/

INEGI (2020) www.inegi.org.mx › aproposito › EAP_Maestro2020

Lins-Ribeiro, G. (2020). “Descotidianizar” el mundo. La pandemia como evento crítico, sus revelaciones y (re) interpretaciones”. Desacatos. Revista de Ciencias Sociales, (65): 106-123.

Navarrete Cazales Z., H. Manzanilla Granados y L. Ocaña Pérez (2021) “La Educación Básica a distancia en el contexto de la pandemia en México.” EDUCIENCIA, 5(2): 6-19.

Villafuerte, Paola (2020) “El aprendizaje remoto enfrenta otro reto: el profesorado no está preparado para la enseñanza en línea.” Observatorio de Innovación Educativa. Recuperado de: https://observatorio.tec.mx/edu-news/profesorado-no-es- ta-preparado-para-educacion-online

Vazquez Palacios, F. R. (2020) “Miradas etnográficas del envejecer en la pandemia”. Antropología Americana, 5(10): 139-162.